domingo, septiembre 21, 2014

MARIA ANTONIETTA LE-QUESNE, POETISA DE LA MUERTE. (Sergio Fritz Roa)


“Sé que soy de la muerte”
(María Antonietta Le-Quesne)




Las referencias existentes son pocas. La fugaz vida, como el deseo de no figurar en los salones concurridos por la intelectualidad ni en la prensa, hizo que María Antonietta Le-Quesne no nos permitiese la alegría de haberla conocido más. Sus versos prometían mucho. Como en el caso de Héctor Barreto, el destino la llevó muy pronto, cuando su genio recién empezaba a plasmar una obra aventajada, que desde su semilla se presentaba como algo importante.  La muerte sobrevino cuando ella tenía una edad no muy superior a los 20 años… Y, en este punto, como en todo lo que rodea a nuestra poetisa el panorama es sombrío. Según el folklorista Oreste Plath se daban tres fechas de nacimiento: 1895, 1898, 1899. Y la nebulosa también se extendía a su lugar de nacimiento; y así, había quienes señalaban a Valparaíso y otros a Chillán (Diario "La Estrella" de Valparaíso, Chile, viernes, 4 septiembre 1992, p. 4).

El “Diccionario de la Literatura Chilena” (Edit. Andrés Bello, segunda edición, Santiago, 1977) de Efraín Szmulewicz en página 225 solo menciona la fecha de su nacimiento y muerte, la frase “Poetisa de breve y trágica vida” junto a dos obras. La primera de ésta es la que tenemos a la vista y que poseemos como uno de esos tesoros apreciados en nuestra biblioteca (“Recodo Azul”, Ediciones selectas Ateneo, Valparaíso, 1921). Sobre la segunda, “Otoño” el mismo Szmulewicz indica que es una obra poética en manuscrito, no editada.

El folklorista señala que la recepción de “Recodo Azul” fue extremadamente positiva:  “La obra fue saludada por las figuras críticas de esos años, don Emilio Väisse (Omer Emeth) en el diario "El Mercurio" Hernán Díaz Arrieta (Alone) en "La Nación"; Daniel Schwaitzer, en "Las Ultimas Noticias". El eminente polígrafo don Toribio Medina, la consideró en "La Literatura Femenina en Chile". El escritor Roco del Campo, la despidió en "Las Ultimas Noticias" (16 -VIII- 1921) y les pidió a los poetas que no la olvidaran”.











Los editores del libro señalan que la edición de 1921 solo es una selección de una obra que debería pronto publicar el esposo de la poetisa, el señor Enrique Cannouet, en la Editorial Juventud. Al parecer ello nunca ocurrió y solo existiría publicada la edición de Ateneo.

También ellos nos dan algunos pequeños datos que permiten hacernos una idea sobre el futuro alentador  que pronosticaba en el arte poético Le-Quesne: “colaboró en la revista SELVA LIRICA de Segura Castro y J.Egaña; después en el periódico de arte NUMEN, (Valparaíso, 1919). En 1920 fue Secretario de la revista literaria SIEMBRA, que publicaban Boza, Walton y Brandi”. (“Recodo Azul”, op. Cit., p.6)

Su existencia fue trágica y sabemos que estuvo gravemente enferma mucho tiempo. Fallecerá postrada de tuberculosis.

La edición de “Recodo Azul” contiene dos bellas ilustraciones de Luis Méndez Ortiz, que nos recuerda la obra de algunos dibujantes simbolistas.

La poesía de Le-Quesne tiene como principal motivo la muerte. La cercanía a ella es expresada de forma clara, bella, pero sin miedo.

Y dentro de los tipos de muerte, el más deseado es la muerte por amor. Y así dice en “Alma que mueres de amor”:

“Y no me quiero morir
si no me muero de amor,
porque yo quiero vivir
la agonía del amor…”


Ahora bien, la muerte o su espera va acompaña de: desnudez, silencio, rosas, cercanía a Dios, paz.
Como en Poe, la vida es una enfermedad y debe ser sanada con la muerte.

Mientras vivamos debemos estar solos, sentirnos autónomos.
“Sentirse siempre solo,
Como fiera temible,
Encerrado en los hierros…
De una moralidad”
(De “Sentirse siempre solo”).

El símbolo de la perfección en vida serán las flores. Mucho podríamos decir sobre estas y especialmente el simbolismo de la rosa. Pero incluso esta perfección es una agonía. Le-Quesne en el poema “Las flores” indica:

“Las flores son divinas
Mujeres que agonizan,
Quiméricos amores encantados”

Siempre estará el deseo de fusión con algo  trascendente. La muerte es querida porque como los gnósticos permite la liberación del alma y el encuentro con Dios. Así en “Transfiguración” dirá:

“… Y olvidarnos de todo:
Creer eternizar
El supremo momento,
Y, en un temblor de estrellas,
Sentir el pensamiento
Fundirse en el de Dios!”

Pero no queremos agotar en estas notas la poesía íntima de Le-Quesne. Solo nos urgía el desesperado intento de presentar a esta poetisa que ha de ocupar un lugar en el Olimpo de las letras femeninas chilenas junto a almas semejantes. Me refiero por cierto a Teresa Wilms Montt y a María Luisa Bombal, todas de destinos cainistas.

Terrible - ¡y santa!- trinidad de nuestras letras.


(Sergio Fritz Roa, 22/09/2014)