domingo, octubre 08, 2006

INTRODUCCION AL SEMINARIO SOBRE TRADICIONES ESPIRITUALES DE ORIENTE Y OCCIDENTE (Sergio Fritz Roa)



(Fragmentos de la charla dictada por Sergio Fritz Roa en Santiago de Chile durante el mes de Agosto de 2006)




Primero que todo, debo agradecer la concurrencia. La presencia de Uds. es muestra del interés por lo espiritual, incluso en una época, como la nuestra, tan cargada de materialismo.

Durante este breve seminario, intentaremos acercarnos a lo que constituye específicamente la dimensión espiritual del ser humano. En este universo, encontraremos un lenguaje propio (los símbolos), una serie de comportamientos (ritos) que se expresa en una especial comunión, una doctrina que nos habla del Ser y No Ser (la metafísica), conocimientos particulares tendientes a restituir al hombre su aspecto natural o adámico (la cosmología); y otros modos que son particulares.

¿Qué une al cristiano que participa de una misa en una iglesia iluminada con el musulmán quien hace el salat (oración) solitario en el desierto? ¿Qué une a un judío que lee la Tora con el zoroastriano que recita fragmentos del antiquísimo Avesta? ¿Un derviche y un practicante de una danza tribal, no estarán haciendo en el fondo algo semejante, a pesar de las diferencias expresivas?

Sin duda, hay en el fenómeno religioso un factor común: el deseo del hombre de comunicarse con lo Trascendente. Incluso puede faltar el libro sagrado, y seguiremos hablando de religión. Y si vamos allá, puede hablarse de uno o más dioses, y nadie podrá negar que en ambas visiones subyace algo espiritual. Podríamos debatir largamente en cuanto a la religión (a fin de simplificar, usaremos los términos religión y tradición espiritual como sinónimos, salvo cuando se indique que debe entenderse de manera más específica cada término) más conveniente para el hombre; pero ninguno de los que aceptarían un debate tal, negarían la premisa según la cual la religión es necesaria para el hombre. Incluso desde puntos de vistas exotéricos, se puede decir que la religión es positiva para el hombre, pues genera un orden social, una moral, ayuda a los más desposeídos, evita la criminología, le da esperanza a la sociedad, etc.

Alguien me podría rebatir y decir que por culpa de las religiones ha habido inquisición y discriminación. Aquella crítica pierde consistencia cuando sabemos que lo que hizo nacer aquellos errores nada tiene que ver realmente con la religión.

Pues religión proviene de “religio”, es decir volver a unir aquello que estaba separado. Es decir, hay en la religión una pretensión unitaria, de comunión no sólo con Dios sino también con los demás hombres. De allí que se hable en el Cristianismo del Pueblo o Asamblea de Dios, o en Islam de la Umma, la comunidad de fieles musulmanes. Etimológicamente religión es reunir, volver a unir lo disperso. Nos lleva a comprender el estado de exilio, separación en que el hombre vive. La religión busca hacer volver al ser humano a la condición adámica, la cual es previa a la caída, donde Dios-hombre era uno en conciencia y pureza.

Si alguien quisiera culpar a la religión por la existencia del fanatismo, uno podría preguntarse legítimamente porqué hay fanatismo entonces en esferas ajenas a la religión como la política, la música, o el fútbol. De esta manera religión y fanatismo o fundamentalismo como se lo llama hoy, no son sinónimos como pretenden aquellos que odian la religión.

Dijimos hace un momento que religión significa volver a unir. Pero, ¿qué es lo que se une? Al hombre con Dios. Pero si Dios incluye al hombre, ¿por qué hay una necesidad de unir? Porque el hombre muchas veces no sabe aquello que le es benigno. O si llega a saberlo, nada hace para ir en su busca y concretarlo. Aquí además juega un aspecto extremadamente misterioso, que los hindúes denominan Maya y que algunos traducen por ilusión; aun cuando es más preciso hablar de Magia. Llamémoslo en términos más comprensibles, “juego de Dios”. Dios al ser el Ser-de-Todas-las-Posibilidades no ha negado una que interviene hábilmente en lo creado: Dios ha puesto un velo que separa lo visible y lo invisible. La sabiduría islámica nos cuenta a través de un hadit qudsi (es decir un dicho del Profeta Muhammed) lo siguiente: que Allah habría dicho en los comienzos del tiempo histórico: “Yo era un tesoro escondido y quise que el hombre me conociera; y asó creé al mundo”. Es decir, en Dios hay algo oculto que el hombre debe conocer. ¿Cómo llegar a esa dimensión fundamental de Dios? Las religiones o tradiciones espirituales nos dan la respuesta, a través de métodos y herramientas precisos. Cada tradición tendrá su manera de acercarnos a Dios, pues muchos son los caminos… Lo importante es que se trate de una tradición verdadera, es decir que exista una revelación que haya sido transmitida de Dios al hombre, durante lo que Mircea Eliade llama “in illo tempore”. Es decir, el tiempo mítico.

De esta manera no podemos decir que es una tradición auténtica la que formulan los hombres sin que intervenga lo divino. Tampoco es una tradición auténtica la que se intenta restituir en base a ciertos elementos fidedignos y otros imaginarios. Me explico: Si bien la tradición celta puede haberse considerado válida en un momento determinado, hoy al haberse perdido el hilo conductor (la tradición), sólo quedan sombras, algo arqueológico y que si quisiéramos despertar sería imposible; por el contrario crearíamos una mezcla bastante penosa.

Las sectas y lo que Evola llama neoespiritualismos, no son tradiciones; sino sólo parte del reino de la confusión, el cual nada puede ayudar a redimir al hombre.

Demos algunos ejemplos de tradiciones espirituales válidas y vivas. El Cristianismo, el Islam, el Hinduismo, el Budhismo, el Judaísmo. Hay otras menos conocidas para nosotros los occidentales, como el Shintoismo y el Taoísmo.

Estas tradiciones se han expresado en religiones. Y en algunos casos una tradición se divide en dos o varias religiones. Pareciera que por una cuestión de economía se establecieran dos grupos grandes. Y así, en el cristianismo está el Catolicismo y la Ortodoxia; en el Islam, el Sunnismo y el Chiísmo; en el Budhismo, el Mahayana y el Hinayana; etc. En estos casos, ambas son caras de una misma moneda y son maneras de expresarse válidamente dentro de un mismo clima religioso.

Lo que no debemos olvidar al momento de estudiar las religiones es que lo transmitido es una “influencia espiritual no humana”. René Guénon, posiblemente el occidental que en el S.XX comprendió mejor lo referido a lo espiritual, era explícito en señalar este elemento calificador de lo que es tradición. Pues no solo se trata de cualquier transmisión, sino de una específica transmisión. Esta opera generalmente a través de ciertos ritos. Por ejemplo, el bautismo en el Cristianismo. Allí hay un hecho religioso de gran importancia, pues lo transmitido es una influencia que proviene de Dios.

¿Por qué Dios determina tantos caminos posibles para llegar a su misteriosa Faz?
La pregunta hallará una respuesta cuando se considera que los individuos poseen distintas características. Hay constituyentes étnicos, sociales, culturales, temporales que determinan a las personas y que son determinantes al momento de tomar una vía espiritual. Lo que Schuon llama economía divina actúa de manera muy perfecta y hace que en algunos momentos de la historia de la humanidad prevalezca una tradición sobre otras, fenezcan ciertos medios tradicionales, etc.

Cuando el estudioso comprende que a pesar de las lógicas diferencias formales entre las tradiciones, hay una sustancia común y el punto de llegada es el mismo, las apariencias desaparecen y queda solo Dios en su Secreto (el Sirr del cual hablan los sufíes).

Es por ello que los grandes maestros del Sufismo han podido decir algo que para la Sharia (ley islámica, el exoterismo) podría ser inquietante.

“Mi corazón se ha abierto a todas las formas: es pasto de las gacelas, claustro de monjes cristianos, templo de ídolos, la Kaaba del peregrino, las Tablas de la Tora, y el Libro del Corán. Yo practico la religión del Amor; en cualquier dirección que avancen sus caravanas; la religión del Amor será mi religión y mi fe”.
(Ibn Arabí)

“Yo no soy musulmán ni cristiano, ni judío no zoroastriano. No soy ni la tierra ni el cielo; no soy el cuerpo ni el alma”.
(Rumi)


Algunos científicos se han aproximado a lo que llaman “hecho religioso” a través de la disciplina de las “Religiones Comparadas”. Eliade, Couliano, Dumézil o Zaehner han dado algunas directrices o a lo menos ciertos elementos comparativos que nos permiten adentrarnos en esta ciencia. ¿Cuál es el objetivo de las Religiones Comparadas? Ante todo, estudiar seriamente los distintos hechos religiosos: mitos, ritos, símbolos, y ver las convergencias/divergencias entre religiones. ¿Cuál ha sido la utilidad de esta disciplina? En verdad entre el panorama materialista en que se tejen las ciencias modernas, ha sido algo así como un pequeño faro, una luz innegable desde ciertos puntos de vista. Por ejemplo, ha permitido al occidental comprender que un oriental también es un sujeto que busca lo trascendente. Esto que hoy nos parece obvio, no lo era hasta hace poco. Entre la mirada de un hombre del s.XIX y la de nuestro siglo, hay diferencias impresionantes. Y una de las más positivas es este encuentro con el otro. En este caso, con el oriental. Esta mirada de respeto, se la debemos en gran parte a los estudiosos de las Religiones Comparadas. Pero no hay que olvidar que esta ciencia, es una ciencia moderna; y por ello adolece de errores importantes, el principal quizá el estar disociada de una visión espiritual-tradicional que la sustente. Para las RC lo religioso y lo espiritual en general es algo ajeno, el objeto de estudio desde fuera. Por ello los mejores estudiosos de RC son aquellos que han vivido la religión de alguna manera, como fue el rumano Mircea Eliade, quien practicó un tiempo el Hinduismo en la misma India… Pero, lamentablemente, fue muy poco tiempo… y después se vio seducido por el mundo académico. Las críticas de Julius Evola al respecto son muy sinceras y hablan de la pérdida de Eliade para el esoterismo actual.

Desde otros puntos de vista se puede estudiar las tradiciones y/o religiones. Es un campo que nos parece aun más interesante y sólido que el de las Religiones Comparadas, y es lo que algunos han dado en llamar con más o menos precisión como: “escuela tradicional”, “perenialismo”, “sophia perennis”, etc. En este caso no se trata de una ciencia moderna, y en verdad tampoco se pretende una “escuela”. ¿Qué es entonces? Para comprender bien a qué nos referimos, digamos unas cuestiones previas.

El s.XX nace y en Francia el interés por lo “espiritual” se centra casi exclusivamente en el ambiente “ocultista. Lamentablemente el ocultismo es una desviación, donde lo propiamente espiritual se ve desdibujado, por lo cual podríamos decir que es una parodia de espiritualidad. Entre ocultismo y esoterismo hay todo un océano de diferencias. El ocultismo navega por los terrenos psíquicos y lo esotérico en los mares espirituales.

El ocultismo estará siempre ligado con una pretensión de destrucción de las religiones, para hacer verdaderas sombras de ellas. El caso típico ocurre con el teosofismo (que no es lo mismo que Teosofía, conocimiento de lo divino), liderado por Blavatsky, quien en su odio por el cristianismo intenta oponer un budhismo totalmente falso y manoseado por extrañas ideas concebidas en la mente de la misma Blavatsky. Términos como “karma”, “reencarnación”, “maya” que hoy los occidentales usan en su lenguaje cotidiano tienen la connotación errada dada por los teosofistas. Pero un hindú ortodoxo sólo podría mofarse de estos usos.

En el ocultismo, parodia de espiritualidad como decíamos, hay un exceso de interés por lo psíquico. Digamos que el hombre tiene al menos tres planos: el corporal, el psíquico y el espiritual. El último es el que predomina sobre los otros, toda vez que es el que se comunica más directamente con lo divino. En el psíquico afloran influencias peligrosas para el hombre. No es por nada que todos aquellos, como los ocultistas, que se quedan solo en lo psíquico se someten a influencias perjudiciales, no siendo extraños fenómenos de perturbación mental. La “ufología” o el “platillismo”, una manera ultramodernizada de ocultismo, con sus “hermanos mayores”, sus “mensajes astrales”, ha llevado a más gente al psiquiátrico que lo uno pudiera pensar de algo aparentemente tan inofensivo.

Pero volvamos a la Francia de inicios del s.XX, especialmente Paris. Este ambiente saturado de ocultismo, magia negra, espiritismo, verá nacer a un hombre excepcional. Y, como dirá acertadamente Charles André Gilis, no será casual que en este fango, surja el antídoto para Occidente: René Guénon.

Por el tiempo que poseemos, no podemos extendernos en los detalles de la vida de Guénon, la cual como alguien acertadamente ha dicho a diferencia de la clásica biografía del esoterista francés nada tenía de simple. Lo fundamental, sin embargo, debe ser establecido: Guénon tuvo conocimiento directo del ocultismo (pues participó de algunas organizaciones de este tipo en su juventud), lo estudio, lo siguió y lo denunció. Descubrió que tras el ocultismo existe la subversión, es decir un intento de invertir todo lo espiritual; y que en cambio lo que se debe hacer es restituir las tradiciones espirituales, pues sólo ellas poseen los medios idóneos para otorgar al hombre primero la salvación y luego la realización espiritual.

Hoy, cuando se habla de una Yoga sin Hinduismo, una meditación budhista sin Budhismo, un Sufismo (Tasawwuf) sin Islam, una oración del corazón sin Ortodoxia, el empleo del rosario y de invocación angelical sin conocer la esencia del Catolicismo, se hace más necesario volver a Guénon.

Lo que dice Guénon en resumidas cuentas y en lenguaje sencillo es lo siguiente: el hombre a través del tiempo se ha ido alejando de Dios, y de los centros espirituales que eran los puentes entre Él y los seres humanos, a tal punto que dichos centros se han ido ocultando. La manera de volver a la espiritualidad real, es volver a la tradición. Es decir a la aceptación de la necesidad de las formas tradicionales. Sólo ellas pueden otorgar un remedio eficaz al hombre moderno. Toda tradición es un medio útil; pero indudablemente hay algunas que atañen mejor a un determinado hombre, debido a características que constituyen lo que Evola llama “la ecuación personal”. De esta manera, toda tradición/religión debe ser considerada en alta estima, llámese Catolicismo, Budhismo, Judaísmo, Ortodoxia, Islam, tradiciones amerindias, etc. Sólo ellas han demostrado que a lo largo de los siglos han dado ejemplos de santidad y de realización espiritual, asegurando la vida espiritual de millones de seres.

En este Seminario hablaremos y conoceremos los aspectos o pilares centrales de las tradiciones espirituales vivas más importantes. Conoceremos algunas de Oriente como de Occidente. Ustedes podrán así darse cuenta que la misma búsqueda es la que guía a un católico que a un monje budhista; a un hindú que a un musulmán. El misterio de lo trascendente que se expresa en el silencio. Cuando las palabras pierden sentido es porque Dios está hablando. Y es precisamente esa experiencia única, íntima, inenarrable, la cual constituye lo espiritual por antonomasia.

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